Nuestras arterias pueden estar expuestas a diferentes afecciones y problemas que pueden causarnos una complicación realmente importante en la salud, y una de ellas es la hipertensión pulmonar, la cual puede ser causada por varias razones y ocurrir en personas de cualquier edad. En este tipo de dolencia interna y grave no influye el sexo ni la edad como para ser considerados detonantes de su aparición.
Para poder ayudarte a comprender mejor en qué consiste la hipertensión pulmonar, vamos a mostrarte la información más relevante acerca de esta dolencia, para que puedas identificarla y sepas exactamente en qué consiste. Como ya sabes, la medicina tradicional china cuenta con innumerables herramientas para poder tratar muchas de las dolencias en nuestro organismo, sin embargo, en esta ocasión tendremos como único recurso válido y obligatorio el médico convencional.

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Qué es la hipertensión pulmonar
La hipertensión pulmonar consiste en una elevación de la presión en las arterias que atraviesan los pulmones, lo que repercute en un trabajo excesivo del lado derecho del corazón, algo que genera fatiga y extenuación en ese órgano. Esta enfermedad se presenta cuando las arterias de los pulmones se hacen más angostas de lo normal, reteniendo la presión de la sangre en esta parte del cuerpo, lo que impide que los pulmones puedan transportar suficiente sangre de vuelta al corazón, órgano que se encarga de bombearla al resto del cuerpo.
A raíz de esta situación, el lado derecho del corazón debe esforzarse y trabajar más de lo normal, por lo que agranda su tamaño natural, generando entonces una insuficiencia cardíaca que puede resultar potencialmente grave. Entre los factores de riesgo de la hipertensión pulmonar se encuentran algunos como los siguientes:
- El sobrepeso.
- Consumo de drogas.
- Alcohol.
- Existencia de antecedentes familiares con dicha patología.
Síntomas de la hipertensión pulmonar
La hipertensión pulmonar se caracteriza por presentar diferentes síntomas, que pueden ir de leves a severos, según la evolución de la enfermedad. El principal síntoma es la dificultad para respirar mientras el cuerpo se encuentra realizando alguna actividad física, situación que se presentará en estado de reposo cuando la patología haya avanzado.
Es habitual que los pacientes con hipertensión pulmonar también presenten problemas de circulación, lo que redunda en situaciones de mareos o desmayos, así como también inflamación en algunas articulaciones y extremidades, como los tobillos, las muñecas o las piernas. Esta hinchazón también se puede presentar en el abdomen, con el paso del tiempo. De igual manera, la hipertensión pulmonar también puede ocasionar dolor o presión constante en la zona del pecho, taquicardia, tendencia a un color azulado en algunas zonas de la piel y especialmente en los labios, además de fatiga la mayor parte del día.
No nos olvidemos de que esta enfermedad es de alto riesgo, y entre sus posibles complicaciones podemos encontrar la aparición de arritmias, coágulos en las arterias de los pulmones, sangrado pulmonar y tos sanguinolenta, entre otros.
Tratamiento de la hipertensión pulmonar
Hasta el presente, la hipertensión pulmonar es una enfermedad que carece de cura, sin embargo, existen tratamientos paliativos para que el paciente pueda sobrellevar los síntomas de mejor manera y aumente su calidad de vida. Entre los medicamentos que los especialistas suelen recetar para tratar la hipertensión pulmonar, se encuentran los vasodilatadores, anticoagulantes, diuréticos, bloqueantes de los canales de calcio y suministro de oxígeno por vía artificial, cuya necesidad puede llegar a ser permanente.
Por otro lado, algunos procedimientos quirúrgicos pueden requerirse ante la presencia de hipertensión pulmonar, siendo la más practicada la septotomía auricular, y en casos más extremos, el trasplante de pulmón. Es importante señalar que ambos procedimientos implican numerosos riesgos que pueden poner en riesgo la vida del paciente.
Terapias alternativas como paliativos
En el caso de la hipertensión pulmonar, es poco lo que las terapias alternativas pueden hacer más allá de contribuir en la relajación del paciente, aplicando técnicas como la aromaterapia o la fitoterapia.
De igual forma, la modificación del estilo de vida y la adopción de hábitos saludables pueden aportar un mejor desarrollo de la persona ante la enfermedad. Además, nunca viene mal adquirir hábitos saludables, ya que, a medio y largo plazo, nos ayudarán notablemente a mejorar nuestra condición y afrontar con mayores garantías cualquier tipo de afección que pueda dañar nuestro organismo. Esto no debe impedir que, ante la menor sospecha, acudamos al médico para tratarnos y detectar cualquier posible anomalía.